Garajonay

La Gomera es la única isla de Canarias que no hubo erupciones en el Cuaternario, así que, al contrario del resto, no se ven campos de lava ni conos volcánicos.
Surcada por profundos barrancos, en su parte central acoge la mejor manifestación de laurisilva canaria que en Terciario ocupaba buena parte de la cuenca mediterránea.

Casi permanentemente envuelto en nieblas, Garajonay es un bosque siempre verde que mantiene una humedad relativa entre el 75 y el 90 por ciento.
Desde los Roques , en la entrada suroriental del Parque Nacional, se puede ver como entra el mar de nubes traído por los vientos aliseos que aportan la vital precipitación horizontal.
Sin la laurisilva, La Gomera sería un desierto ya que proporciona a la isla el agua de la que dispone.
Los usos comunales que los habitantes de la isla dieron a su bosque han favorecido a la conservación de este espacio.
Pero este aprovechamiento integral de la isla no ha impedido que en Garajonay se conserven zonas auténticamente vírgenes.
La superficie del Parque - 3.984 hectáreas - es bastante importante ya que ocupa el 10 por ciento del total de La Gomera.
Su altitud general está comprendida entre los 800 metros en su borde inferior y los 1.487 metros del Alto de Garajonay.
Es patrimonio mundial de la UNESCO desde noviembre de 1.986.
Las tierras que hoy forman el Parque pertenecieron al los Condes de La Gomera para pasar a ser dominio municipal en el siglo XIX, convirtiendose en monte de utilidad pública hasta su declaración como Parque Nacional.
Aquí recaló Colón en su camino hacia el nuevo mundo y aquí venía a visitar a su íntima amiga Beatriz de Bobadilla.
Esta bella mujer fue desterrada por la Reina Isabel a la lejana isla.
El pretexto fue casarla con Hernán Peraza, señor feudal que tiranizaba la isla, para evitar su abuso de poder y, de paso, se quitaba del medio a la mujer que su marido, Fernando el Católico, amaba en secreto.
Este Parque Nacional contrasta con el resto del archipiélago canario. Aquí no domina el paisaje volcánico, sino el bosque de laurisilva, casi siempre envuelto entre nieblas.
Pasear por Garajonay es retornar al pasado, ya que posee un auténtico paisaje virgen. Es zona de encuentro entre nubes y suelo, lo que conlleva una constante humedad y la conocida lluvia horizontal que se traduce en una selva frondosa y espesa.
Los paisajes forestales son protagonistas en el Parque, ya que pueden apreciarse diferentes formaciones vegetales, desde la citada laurisilva a el brezo blanco, el mocán o el madroño.
Numerosas especies de aves y dos reptiles, el lagarto gomero (Gallotia galloti gomerae) y la lisa gomera (Chalcides viridanus coeruleopunctatus), así como una especie de anfibio, la ranita verde (Hyla meridionalis), viven en el interior del parque.
El acceso al Parque es fácil desde cualquier punto de la isla a través de la red insular de carreteras que lo atraviesa.
Existe también la posibilidad de visitas guiadas.Es un bosque de laurisilva, uno de los últimos vestigios de las ancestrales selvas subtropicales.
La laurisilva canaria encuentra refugio en la zona de nieblas de las islas.
Garajonay es en la actualidad la muestra mejor conservada de este ecosistema, albergando más de la mitad de los bosques maduros de laurisilva del archipiélago.
Otros valores del Parque Nacional de Garajonay son la diversidad de tipos de formaciones vegetales y la existencia de espectaculares monumentos geológicos, como los Roques.
La distribución de las especies vegetales va a estar determinada por una serie de factores topográficos, de humedad, de orientación, grado de pendiente y, por supuesto, del grado de conservación del bosque.
Juega un papel fundamental, junto con el relieve, el clima. Los vientos alisios, de componente Noreste, afectan de forma constante a las islas, aunque predominantemente en el verano.
La capa inferior del alisio, fresca y húmeda por su recorrido sobre el mar, asciende al entrar en contacto con la orografía insular.
En su ascenso, el aire se condensa dando lugar a nubes que se encuentran con la tapadera de la capa superior del alisio, más cálida y seca.
Precisamente esta línea de inversión térmica, es el límite superior de lo que se conoce por mar de nubes, que puede estar entre los 950 y 1.500 metros, por término medio.
Esta zona de encuentro de las nubes con el relieve, va a producir ligeras lloviznas, y la conocida como lluvia horizontal. Es este precisamente el asentamiento de la laurisilva.
Por lo general por encima de los 400-500 metros, con un máximo de 1.100. Así pues, la altitud media de la línea de cumbres de La Gomera, que no sobrepasa los 1.100 metros, permite al alisio ejercer su influencia también en la vertiente sur.
La mayor parte del parque se encuentra sumido eternamente en la niebla, sobre todo en la zona del Alto de Garajonay, de 1.487 metros.
Su declaración como patrimonio de la Humanidad responde en gran medida a que alberga un ecosistema único: la laurisilva, desaparecida del resto del continente como consecuencia de los cambios climáticos del Cuaternario. Por tanto, este bosque se mantiene -intervención humana aparte- tal y como nació en el Terciario.
Niebla y humedad contínua durante siglos y siglos conforman un paisaje de otro mundo..
DURANTE la era Terciaria, todo el planeta estaba sumido en el mismo misterio de nieblas y silencios que hoy todavía se respira en los alrededores de la ermita de Nuestra Señora de Lourdes.
También todo el planeta estaba recubierto por estas ancestrales capas de viñátigos, laureles, loros, aceviños, tilos, sanguinos, mocanes y barbocanos.
Gigantes de mil pies que viven en la laurisilva, recubiertos de musgos milenarios que les otorgan el aspecto y el tacto de enigmáticos animales.
Oleadas verdes de árboles que inundan de vida la altiva corona de La Gomera.
Es todo aquí tan extraño que la lluvia, que no se siente, cae tumbada. Es la lluvia horizontal, el Atlántico hecho espesas nubes de niebla que vienen a lustrar las brillantes hojas y estirar las ramas enguantadas de musgo.
Sólo de paso sueltan su agua en la selva. En las cercanías de la ermita de Nuestra Señora de Lourdes, el único claro del bosque, están las Mimbreras.
Allí se inicia la más conocida de las marchas gomeras. Lleva en dos horas de suave desnivel desde El Cerro hasta El Contadero, a un tiro de piedra del alto de Garajonay que, con 1.487 metros de altura sobre el nivel del mar, es el techo de la isla.
Es una ruta que se abre paso por estrechos pasadizos, cruza la muralla vegetal y transita a través de suelos esponjosos y laderas cuyo fondo nadie nunca ha recorrido.
Barrancas interminables que aconsejan ser cauto en la marcha a través de laurisilvas, fayales y brezales. No debe extrañar a nadie que en tan esquivos rincones existan docenas de insectos jamás imaginados.
No debe extrañar tampoco que aquí se extravíe la gente y tarde en ser encontrada. O que algunos nunca aparezcan.
Se dice entonces que se perdieron, pero aquí, más de uno habla del poder del bosque encantado, de los hechizos que todavía inquietan las remotas espesuras que envuelven el Cabezo de la Cruz de las Ánimas.
Esperamos que si te decides a venir, no te pierdas... y te lleves en cambio un recuerdo inolvidable.

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