Valderejo

En el extremo más oculto de la provincia de Álava, arropado por las tierras burgalesas de los montes Obarenes y de Losa, se localiza el pequeño valle de Valderejo, rodeado de paredones calizos labrados por la reja líquida del tortuoso río Purón.
Una comarca extrema en orografía y en clima, con unos estíos secos y calurosos, e inviernos de copiosas nevadas, pero de otoños cálidos y húmedos que convierten sus bosques en uno de los rincones más bellos del País Vasco. Tres mil quinientas hectáreas cubiertas en una mitad de pinos silvestres y en la otra de hayas, encinas, avellanos, quejigos, arces, mostajos y acebos, que manchan las umbrías y solanas con los colores de la otoñada y aportaron los valores naturales que le valieron a Valderejo la declaración de parque natural en el año 1992.
La escasa presencia humana en este entorno ha propiciado la conservación de sus variados ecosistemas con una población de fauna salvaje muy diversa, de la que sobresalen el buitre leonado y el alimoche como moradores de los abruptos escarpes que circundan el valle. S
obre las cornisas y balcones de los despeñaderos de Vallegrull, sierra de Bóveda y Santa Ana se asienta la colonia de cría más importante de la comunidad vasca.
Pero aunque los buitres son los habitantes silvestres más fáciles de observar en Valderejo, las frondas boscosas del valle cobijan otros inquilinos mucho más discretos, como los tímidos corzos, que por sus hábitos nocturnos y crepusculares no son tan visibles, o los afanados jabalíes, siempre labrando la tierra en busca de alimento. Las huellas y rastros de unos y otros aparecen por todos los rincones del bosque, y aunque tampoco es tan difícil toparse con ellos, ésta suele ser la única confirmación de su abundante presencia.
También tienen aquí sus territorios otras aves y mamíferos de menor tamaño pero igual importancia, como chovas piquigualdas, roqueros rojos, acentores alpinos, trepadores azules, mirlos acuáticos, gatos monteses o lirones caretos.
Los antiguos usos agroganaderos de Valderejo se basaban en el pastoreo comunal de ovejas "burdas" y vacas "terreñas", dos razas autóctonas en peligro de extinción, y en la trashumancia con las sierras de Soria y La Rioja; el rebaño del pueblo era pastoreado por todos los vecinos, un día al año por cada cuatro cabezas de ganado propio que se sumaran al hato. Una curiosa tradición de la zona era el llamado "arca de la misericordia", una especie de seguro agrícola formado por una porción de grano que aportaba cada vecino y que se guardaba en la iglesia para cubrir cualquier desgracia venidera, como la pérdida de una cosecha o la muerte de un buey.
Mucho han cambiado las cosas por aquí desde entonces. De las cuatro aldeas que pertenecen al valle (Ribera, Villamardones, Lahoz y Lalastra), las dos primeras se hallan abandonadas con la imagen de sus ruinas de piedra asomando por encima de la vegetación; en Lahoz tan sólo hay un vecino encargado de la granja de yeguas percheronas que tiene arrendados casi todos los pastos de la vega, y un restaurante que abre sólo en temporada alta; Lalastra, con poco más de una veintena de vecinos, es el único pueblo que se mantiene vivo, como puerta al parque natural y sede del Centro de Interpretación y del Museo Etnográfico de Valderejo.
En Lalastra se han preocupado por rehabilitar diversas instalaciones vinculadas a actividades tradicionales, como el horno del pan, el molino, el juego de bolos o la casa del reloj.
Esta última se encuentra en el edificio de la iglesia y se accede a ella por una escalera que permite observar la impresionante maquinaria del reloj, de casi siglo y medio de antigüedad.
Costó 4.134 reales, que fueron pagados con la madera de 2.000 pinos talados en el valle.
Además de los inaccesibles precipicios que arropan el valle con sus altivas crestas asomadas por encima del bosque, el trabajo más prodigioso que ha realizado la naturaleza en estos perdederos es el tortuoso desfiladero del río Purón.
Una brecha abierta y hundida en la dura roca en medio del valle, que forma a su paso hoyas, cascadas y remansos entre las estrecheces sinuosas que apenas dejan sitio al sendero que cuelga a orillas del agua.
El itinerario que recorre este cañón recibe el nombre de senda Purón, y trasiega con las aguas de poza en poza por un escueto camino agarrado a la vertical de los paredones.
Se ha convertido en la ruta estrella del parque natural de Valderejo, con una duración aproximada de tres horas, tras acompañar al lecho del río entre el pueblo de Lalastra y el paraje de Las Puentes de Herrán, en el límite con las tierras burgalesas del valle de Tobalina.
Una vez introducido en el desfiladero del Purón, el viajero puede entrar en contacto con el bosque de galería que vigila el cauce, entre cuyos centinelas aparecen sauces, avellanos, majuelos, fresnos, chopos, quejigos y arces.
También podrá sentir el alma de esta estrechura, conformada por la vitalidad de mirlos acuáticos, lavanderas cascadeñas y truchas.
El pueblo abandonado de Ribera aparece en medio de un idílico paraje, con las casas desmoronadas que vieron huir a su escueta población en los años sesenta en busca de otras economías menos sofocantes. Entre sus ruinas destaca la iglesia, que todavía se mantiene en pie y que muestra interesantes pinturas murales góticas.
Aparte de la Senda Purón, en Valderejo existe una red de ocho sendas más, de entre tres y medio y 12 kilómetros de longitud, que permiten un acercamiento a la medida de las botas del caminante. Otra de las rutas que pueden resultar más apetecibles es la que se dirige a las crestas y cortados de Vallegrull, la segunda mayor altura del parque, a 1.226 metros.
La partida será en otro pueblo abandonado: Villamardones, y desde aquí habrá una hora y cuarto de ascensión hasta Vallegrull. Desde su cima se obtienen impresionantes vistas del valle de Valderejo, en su vertiente alavesa, y del de Tobalina, en las laderas burgalesas.
En el extremo oeste de Álava se aprecia esta enorme depresión con forma elíptica rodeada de altísimos escarpes rocosos casi paralelos, que unen sus alturas y cierran el valle por el extremo noroeste. Así podríamos ver desde el cielo el paisaje del Parque Natural de Valderejo.
El relieve de este reino del silencio es de lo más agreste que uno pueda imaginar, con fuertes laderas forestadas coronadas por roquedos calizos y planicies kársticas de notable irregularidad. Dependiendo de la altura que tomemos, el caminante podrá observar en el parque tres tipos diferentes de hábitat: una zona de roca aflorante en las cumbres, con grandes paredones verticales que sobresalen en la parte más elevada de las montañas, una segunda zona de laderas boscosas y, por último, los fondos de los valles cubiertos por prados y tierras de cultivo.
Es en los dos últimos pasos de esta escalera imaginaria, allá donde el hombre apenas pudo sacar provecho de la tierra, donde mayor riqueza vegetal y faunística se dan cita.
Empecemos por las cumbres, en cuyas paredes calizas se asienta la mayor población de buitres leonados del País Vasco.
La imagen de su corpulenta silueta realizando planeos concéntricos pronto se hace familiar a quien visite este lugar.
Más huidizas son otras aves de notable interés que comparten con el buitre los salientes de las rocas, como el águila real, el alimoche, las chovas, el halcón peregrino, el roquero rojo o el acentor alpino, que tiene aquí su límite meridional de distribución.
Estas alturas son también hogar de la víbora áspid o la lagartija roquera y sólo durante el verano, de la rarísima mariposa Apolo, cada vez más amenazada por ser codiciada por los coleccionistas a causa de sus llamativas alas blancas y negras.
Un paso abajo en esta escalera nos introduce en el frondoso mundo del bosque, extensas laderas cubiertas de pino silvestre, donde los hayedos tapizan las partes más altas de las umbrías y los encinares cubren las solanas pedregosas, aunque no siempre las masas son homogéneas, sino que se entremezclan formando curiosos mosaicos.
La fauna que habita estas zonas boscosas es también muy diversa: halcón abejero, ratonero común, cárabo, piquituerto o reyezuelo sencillo.
En cuanto a los mamíferos, hay aquí corzos, jabalíes, garduñas... y, desde 1989, son frecuentes las incursiones del que en otro tiempo fuese considerado el terror de los pastores, cuando ésta era zona de alimento para una enorme cabaña ovina: el lobo.

El Parque Natural de Valderejo posibilita realizar variados itinerarios, siendo el más pintoresco el que recorre el río Purón, que atraviesa el Parque con pozas y cascadas que hermosean el paseo.
Dos pueblos abandonados y farallones calizos forman asimismo parte del paisaje, albergue de buitres, azores y alimoches que anidan en los riscos.
Escondido por el arco montañoso que forman las peñas de Lerón (1.240 m.), Carria (1.130m.) y Vallegrull (1.226 m.) y bajo sus imponentes farallones, florece en este parque un variado bosque de hayedos y encinares en sus zonas altas y de pinares, matorrales, prados y cultivos en las bajas.
En él, tienen su habitat cerca de 200 especies de animales vertebrados, con una gran mayoría de aves, entre las que destaca la cigüeña negra, el quebrantahuesos, el águila, el buitre leonado, el halcón y el aguilucho lagunero.
Puntos de interés de su recorrido, que empieza en Lalastra son las ruinas de Villamardones, la ermita de San Lorenzo, la cima del Vallegrull y el mirador de El Cubo, lugar de observación de aves y roquedales.
Valderejo se encuentra en una zona de transición entre el dominio atlántico del Norte y el Mediterráneo, que le llega a través del pasillo abierto por el Ebro a su camino hacia el mar. También su clima fluctúa entre estos dos extremos.
La oscilación térmica anual es de casi de 15º C., con cálidos veranos y bruscos descensos otoñales. La estación más lluviosa es el invierno en la que son frecuentes las nevadas.
La sequía estival dura aproximadamente un mes. El valle se encuentra coronado por acantilados de calizas dolomíticas, que en algunas zonas, como la Sierra de Vallegrull, alcanza 200mts. de espesor.
La erosión va quemando las rocas que se precipitan por las laderas hasta ser frenadas por los bosques de haya, pino y encina. El fondo está tapizado por pastos y cultivos entre los que discurre el río Purón en dirección Norte-Sur.
Este desaparece del Parque escondiéndose entre las pozas y cascadas de un angosto desfiladero que lleva al pueblo de Herrán, en el valle burgalés de Tobalina.
Sus cuatro pueblos pertenecen al ayuntamiento de Valdegobía, desde el año 1.967. Ribera y Villamardones, se encuentran hoy en ruinas, como hemos comentado, víctimas del éxodo rural. Los pocos lugareños que se han atrevido a desafiar la dureza del invierno y sobre todo el aislamiento que viven en los pueblos de Lahoz y Lalastra, dedicados al cultivo del cereal, pastoreo de la oveja "burda", del vacuno de carne y la apicultura.
El aspecto actual del Parque Natural de Valderejo, se debe a la interacción milenaria entre sus pobladores y el entorno natural. Ahora, su conservación es responsabilidad de todos. Las pinturas murales de la Iglesia de Ribera son valiosos representantes del arte gótico.
A finales del siglo XII, Alfonso VIII, concede el fuero municipal al valle de Valderejo. Este fuero es especial por haber sido concedido no a una ciudad sino al conjunto de cuatro pueblos. En él se otorgan importantes exenciones entre las que destaca el pago de portazgo y fonsadera.

El tres de mayo de 1273, Alfonso X, el sabio, renueva el fuero para garantizar a sus pobladores que la situación jurídica no sufrirá menoscabo al ser municipio entregado a Don Diego López de Haro, Señor de Vizcaya.

En este pequeño territorio de Valderejo, llama la atención la alta biodiversidad. Existen diferentes tipos de biótopos y, por lo tanto, gran número de especies vegetales y animales.
Se pueden contar alrededor de 108 especies de vertebrados, de los que 78 son aves y 22 mamíferos.
Quizás el animal más representativo sea el buitre leonado al que se ve volar con frecuencia, ya que existe una importante colonia de cría en los acantilados. Al atardecer veremos correr entre cultivos a la liebre , o esconderse al jabalí entre los arbustos.
Con algo más de suerte nos encontraremos especies raras por su escasa presencia en la región y que, sin embargo, están presentes en el parque, como las chovas piquigualdas o el acentor alpino , típicas de zonas de alta montaña.
El verdaderamente afortunado podría incluso ver un corzo saltando en su huida, un águila real sobrevolando el valle o un visitante invernal poco asiduo, el lobo ibérico. Otros habitantes del parque son: el azor, el gato montés, el alimoche, el águila culebrera, la ardilla, el cárabo, el tejón y el zorro.
El mejor acceso se da por la carretera que va desde Valdegovía a la provincia de Burgos (A-2622).
Es por tanto Valderejo un valle relleno de silencio, un rincón donde la bruma y los recuerdos remansan en sus sombras., un enclave mágico y encantado,... algo que no os podeis perder.... preparar vuestra visita cuanto antes.

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